-Un día paseando, encontré lo que parecía ser un corazón roto.
-¿Y qué hiciste?
-Es obvio, ¿no? Busqué una bolsa y recogí todos los trozos. Volví a casa y me puse a trabajar. Con mucho cuidado puse todos los pequeños trozos sobre la mesa, eran decenas. Después, los separé según su forma, pero ya era de noche, así que me fui a la cama. Al día siguiente conseguí unir dos trozos. Dos días después ya tenia cinco trozos unidos. Una semana después reuní una decena de ellos. Un mes después empezaba a tomar forma... estaba tan concentrado en mi tarea, que perdí la noción del tiempo.
Solo sé, que varios meses después, estaba terminado. Resultó un corazón grande y fuerte. Cada latido suyo provocaba un escalofrío en mi espalda. Observé con orgullo como volvía a la vida. Cada vez que tenia que salir y separarme de él, me sentía mal. Por eso dejé de salir... para quedarme con mi creación todos y cada uno de los días.
Con el tiempo, mi corazón latía a la vez que este, se fundían en un solo latido, mi pobre corazón. Se unieron los dos en uno solo, es lo mas bonito que mis ojos nunca verán. Cada día agradecía al destino por haber puesto delante mia aquellos trozos...
Pero un día, un fatídico día, el dueño de aquel corazón vino a recogerlo. Luché, luché con todas mis fuerzas para que se quedase conmigo, pero al final... se fue. Y con él, mi propio corazón.
-¿Y ahora...?
-Ahora vivo sin vivir, y muero sin morir... esperando a que algún día, si hay suerte, vuelva a mí.