domingo, 31 de julio de 2011

Y pasados quinientos años el ave se echó en su nido, tornándose gris y reduciendo su tamaño poco a poco. Mientras cantaba la mas hermosa de las canciones, con una chispa, la luz del Sol consumió ave y nido ... quedando solo una montaña de cenizas. Pero antes de que el viento arrastrase dichos polvos, de ellos brotó un huevo empollado por la luz solar. Al día siguiente, roto el cascarón, resurgió el ave de nuevo, pero esta vez con un plumaje inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado. La apagada llama de su cola se había convertido en una gigantesca bola de fuego. Y así, resurgió de sus cenizas, cumpliendo con su inmortalidad, volviendo más joven y con más fuerza que nunca.


El resto de aves se encontraban reunidas a su alrededor. Al observar el magnífico suceso, recordaron que solo existía uno en su especie, y aclamaron:

-¡Pero cuán triste debe estar! Al sentirse tan solo en este mundo.


Entonces, batiendo sus alas el ave recitó unas palabras que quedarían grabadas en mi para siempre:

-"Soy fuego, moriré en fuego... y renaceré de mis cenizas en cada amanecer".