domingo, 14 de agosto de 2011

Y así, frente a sus ojos, ella... su amada... había muerto. Era increíble ver como una vida, una maravillosa vida se desvanecía tan fácilmente. Y no de cualquier manera, sino en los brazos del hombre al que amó con toda su alma, cada día de su vida desde que le conoció. Él solía decirle que vivirían juntos para siempre, que era el destino. Ella le creía... pero éste les tenía preparado otro final, un final más trágico. Pasados unos segundos desde su último aliento, él entró en estado de shock, vió toda su vida con ella en pocos segundos, miles de pensamientos le llegaron a la mente a la vez: "no puede ser", "es imposible", "no te puedes ir" "esto es un sueño". Pero por desgracia no lo era, y lo cierto es que mayor crueldad no se podría haber cometido, ya que su historia... su historia era especial. No solo para ellos, sino para todos. Estaban echos el uno para el otro. Cuentan que eran una misma alma separada al nacer, que estaban destinados a encontrarse. Y porsupuesto, ellos lo supieron al verse, ya que no se separaron nunca más. Los dos habían tenido otras relaciones... pero en ese momento, lo sabes. Esa sensación que no tienes con nadie más. Esas palabras sonando en tu cabeza: "joder, como puede gustarme tantísimo...". Además, su sonrisa, al estar junto a él... era otra, era una sonrisa de amor. Él a su vez, la hubiera protegido de cualquier peligro, pero este peligro era demasiado para él, por lo que no para de gritarse a si mismo "no eres lo suficientemente fuerte... no has sido capaz de proteger tu más preciado tesoro". Ella yace muerta en sus brazos, pero el dolor que él siente es una tortura superior a la muerte. Mares de lagrimas caen por sus mejillas. Cientos de trozos caen al suelo, son su corazón y su alma, su voluntad y sus sueños, su amor y su cariño... vacío. Entonces... para su llanto solo para exclamar unas palabras:

"Viviremos juntos para siempre, te decía todos los días... a donde vayas, iré. Por eso para, deja de correr... deja de acercarte a ese cielo, diles que todavía no te den tus alas, porque al lado de una princesa... siempre tiene que estar su príncipe"

Dicho esto, seca sus lágrimas y con temblorosas manos extrae el puñal del regazo de su amada para acercarlo a su pecho, para finalmente... atravesar su propio corazón. Deja sólo un último regalo para este mundo: "Para siempre juntos... princesa".