Mi vida es una continua decepción. Veo pasar los días como
quien planta una semilla y espera que germine y, sin embargo, no lo hace.
Nada es como debería ser. Nada ha salido bien, según lo planeado. Era tan
inocente cuando no conocía las decepciones de la vida, cuando imaginaba mi
futuro con tanta claridad y esperanza, sin la oscuridad que me ha llegado a
envolver y de la que hoy apenas puedo escapar. Cuando no conocía la dureza de
los golpes que te hacen caer y que en muchas ocasiones no habrá nadie que te
ayude a levantarte. No me quedan sueños por cumplir, todos se han desvanecido.
No tengo metas ni objetivos, no hay nada, solo vacío. Mi única esperanza es que
esta consecución de decepciones me lleve, al fin, a la felicidad que tanto he
ansiado conocer. Ya debería saber que eso no pasará pero, de una forma u otra,
un hombre necesita tener fe en algo para no perder la cordura y yo, un demente
sin remedio, no voy a ser menos.