Confiar en alguien ciegamente es uno de los mayores actos de
fe que se puedan encontrar, mayor incluso que el de las religiones, ya que
desconfiamos de otras personas por naturaleza. Es un vínculo tan fuerte como difícil
de conseguir. Es ver por sus ojos, saltar al vacío sin saber si hay red solo
porque esa persona te ha pedido que lo hagas. En algunas ocasiones esa red en
realidad no existe y después de algo así es complicado volver a confiar en
alguien, pero la sensación que se tiene en la caída es indescriptible… sin duda
en mi caída yo tenía una sonrisa en la cara. Por eso, como cualquier otro
masoquista que aún tiene fe en las personas, saltaría de nuevo si tú me lo
pidieras.