lunes, 16 de febrero de 2015
Busca él sus labios rojos en la oscuridad. Huele su perfume entre el frío de la noche. Se acerca. La mira. A esos ojos expectantes. Le miran. Busca en su mente algo que le haga parar, un último intento por entrar en razón. Una forma de no caer en el vacío, el suyo. La esperanza de encontrar refugio fuera de sus abrazos. Pero no hay nada que en ese momento pudiese frenar sus ganas de besarla, de volver a sentir ese dulce sabor salado. Y como dos planetas que se atraen el uno al otro, ellos estaban destinados a chocar. Y chocan, en un apasionado beso. Uno de esos besos en los que tu mente se nubla y no puedes controlar tu cuerpo. Y de repente, en medio del caos, la mira fijamente y en silencio. Busca encontrar la verdad reflejada en sus ojos, una pista sobre qué pasa por su cabeza. Entonces ella, con gesto despreocupado, por fin rompe la calma. "He aprendido a vivir sin ti" - dijo. Él vio su mundo caer. Su esperanza rota, su corazón también. Hasta que ella, presa de una fuerza irrefrenable, como si de la misma gravedad se tratase, volvió a mover sus labios: "Y desde entonces solo quiero estar contigo".