Las decisiones, nunca son fáciles y sencillas. Muchas de ellas pueden llevarnos una vida y otras sin embargo, un segundo. De ellas puede depender qué almorzar ese día, qué estudiar, si amar o no hacerlo o incluso nuestra propia vida. Por mi experiencia, nunca me ha gustado tomar decisiones. Día o noche, frío o calor, blanco o negro, largo o corto, abierto o cerrado, de pie o sentado, andar o correr, salir o quedarme, preguntar o no hacerlo, nunca me ha gustado. Solo se, que cuando tú estás cerca, tomo las decisiones más estúpidas que podría tomar. Mi mente se nubla, me traiciona, y elige al azar. Bueno, al azar no, elige con el corazón, por lo que casi preferiría que fuese al azar. Así el objetivo de todas mis decisiones no serías tú, y solo tú.
