jueves, 30 de junio de 2011

Happy ending

Te sientas en aquel banco y dejas tu abrigo junto a ti. Sacas el libro de la bolsa, lo abres por la página 145 y continuas en la última frase leída:

"Hoy le he visto, le he observado y para algunos también espiado. Acudió al mismo restaurante, a la misma hora, como todos los días, y yo estaba allí para observarle, como siempre."
Piensas que ella debería hablarle, que tu lo harías y sigues leyendo.

"Esta mañana me ha mirado desde su mesa y ha sonreído, quizás eso signifique algo, o quizás no. ¿Cómo podría saberlo? Todo es muy confuso. Se que no le gusto, ni siquiera le conozco, pero aun así no puedo evitar mirarle. Si pudiera escaparía lejos, donde sus ojos no puedan encontrarme y su sonrisa no me haga caer al vacío durante un segundo. Si pudiera... escaparía."
Levantas la mirada y sacas de la bolsa una botella de agua, refrescas tu garganta y vuelves a la página 149.

"Hoy he descubierto que su comida favorita son los espaguetis, hasta ahora solo venía a tomarse su café de todos los días, pero ha venido a almorzar también todos los días de esta semana, ¿habrá algo que le atraiga a este restaurante?"... Pasas la página.

..."Me gustaría pensar que esa razón soy yo, pero se que hay mas posibilidades de que sea por el espagueti."

Sigues leyendo mientras la tarde cae, pasa el tiempo, ahora lees la página 168 y te das cuenta de que quedan pocas páginas, lo que te entristece, pues este libro es lo único que ha captado tu atención desde hace tiempo.

"Salí de la cocina del restaurante y la vi a ella, de nuevo, a su lado, los dos sentados en la misma mesa, riendo a la vez y cruzando sus miradas. De repente no quiero estar en este sitio, ese desconocido al que nunca he hablado pero que a la vez conozco muy bien acaba de cumplir con mis expectativas, malas por supuesto." Descansas un poco de tu lectura y te das cuenta de que ya es de noche. Una gota roza tu mejilla mientras miras al cielo y muchas más la siguen. cierras el libro y lo guardas en la bolsa, te pones el abrigo y corres mientras piensas que ella no debería haberse enamorado de él, no debería haberle dejado notas debajo de los vasos, que debería haberse olvidado de él antes de que hubiera algo de lo que olvidarse, que no es tan difícil, solo que ella es una tonta enamoradiza, mientras que tu no crees en el amor.

Llegas a tu casa y enciendes la chimenea, te pones ropa seca y buscas una manta para continuar tu lectura en el sofá, frente al fuego que suele hipnotizarte, aunque esta vez ese libro atrae más tu atención. Lees las últimas páginas con esmero pero a la vez con calma, quieres disfrutar de este momento, y alcanzas la última:

"Metí la llave en la cerradura y abrí la puerta, al dar el primer paso noté algo bajo mis pies, era una nota escrita a mano que ponía:

-"Tus notas me alegran el día desde hace unas semanas, aunque no me hayas escrito ninguna estos últimos días, por eso, he pensado en compensarte tanto esfuerzo con una comida, en tu restaurante, invito yo y no lleves ropa de trabajo. Mañana a las 14:00 me sentaré en la misma mesa esperando tu mirada, como siempre"-

"Leo las últimas palabras con mucha rapidez y felicidad, no se que hacer ni como sentirme, y sobretodo, ¿cómo ha descubierto donde vivo? ¿debería alegrarme? Quizás solo quiere ser mi amigo y sinceramente eso sería peor que no verle mas, no podría soportarlo, no después de esta nota.
Al día siguiente elijo cuidadosamente mi ropa, me preparo con mucho esmero y salgo a la calle con una sonrisa que refleja más nerviosismo que felicidad. Abro la puerta del restaurante y no le veo. Voy a la cocina y le pregunto a Marta si le ha visto hoy, y ella me responde que esperaba que le hubiera visto ayer después de que le dijera donde vivía, pero que hoy no le había visto.
No se si gritarle o darle las gracias por ayudarle a traer la nota a mi casa, supongo que lo averiguaré pronto.
Vuelvo al comedor y él ya había llegado. Me acerco, le saludo y tengo la sensación de que mi corazón ensordece el ruido de todo el comedor.
Él me habla de su vida, y me cuenta que ha estado observándome desde hace semanas y que siempre había querido responder a mis notas pero que no sabía cómo. Sigue hablando y solo dejo de escucharle cuando me atrapan sus ojos. De repente coge mi mano y me pregunta si ese almuerzo podría convertirse en una cena, mañana. Me sorprende por la pregunta y tardo en contestar, intentando adivinar si esto realmente esta pasándome a mi, puesto que no creo en los finales felices ya que nunca he tenido uno. Pero al ver su cara de desesperación por mi tardanza, le respondo que sí. Él me mira, sonríe y me dice que tiene que irse ya, que mañana me pasará a recoger a mi casa y que nos los pasaremos bien. Sale por la puerta y yo me quedo mirando la mesa, pensando en que estoy equivocada, los finales felices existen, y yo estoy viviendo uno de ellos."

Cierras los ojos y a la vez el libro, respiras hondo y sueltas el aire suavemente. Terminaste el libro. Dudas sobre si esas últimas palabras podrían ser verdad, pero no es la primera vez que te hablan de algo que no existe, por lo que te acomodas en el sofá y observas el fuego hasta que te quedas dormido, sin cambiar de opinión, los finales felices no existen.

Te despiertas y ya es de día, una bonita mañana de domingo. Decides salir a la calle a desayunar aprovechando el animo que aún te dura por haber terminado de leer esa historia, aunque no estés de acuerdo con ella, es una buena historia. Entras en la cafetería que hay frente a tu casa, eliges una mesa y caminas hasta ella, dejas el abrigo y la bufanda en el otro extremo de la mesa y te sientas esperando a que acuda alguien a tomar nota. Pasan los minutos y te impacientas, decides levantar la mirada y tus ojos se cruzan con los de una guapa camarera que se queda mirándote, como si no pensase en nada, y después reacciona y camina hasta tu mesa.

-Hola, ¿que deseas?- te pregunta con una sonrisa que te hace caer en el vacío durante un segundo. En ese momento las últimas palabras del libro se escuchan en tu cabeza, sonríes, la miras, y piensas: y... ¿por qué no?.