Ya nada era lo mismo. Ya nada está donde solía estar, ni
siquiera él. Todo pasa, pero también cambia. Esa inocencia que tanto le
gustaba, esa ilusión en sus ojos. Se siente como un jarrón recompuesto
desde sus pedazos... vuelve a su forma, sí, pero nunca será igual. Después de
todo nadie quiere un jarrón roto, o eso es lo que piensa. No sabe si será
verdad, ni siquiera quiere saberlo. Solo quiere que el mundo se detenga por un
momento, que deje de girar tan deprisa, que le de tiempo a sanar sus heridas,
que todo vuelva a ser normal... al fin y al cabo, que aparezca ella con su
sonrisa para decirle que no está solo, porque solo cuando ella está presente es
cuando, verdaderamente, el mundo deja de girar.