domingo, 7 de febrero de 2016

A veces nos asusta dejar pasar un tren, ese tren que tanto nos gusta, pensando que no volverá a pasar otro en mucho tiempo, o quizás nunca. Cuando realmente cada día, a cada momento, dejamos pasar decenas de trenes. Esa entrevista, esa idea que nos parece buena pero abandonamos al olvido, ese viaje que no hiciste o simplemente la chica del bar que te miró el culo. Nos dejamos llevar por nuestro instinto, seguimos al quiero... en lugar del puedo. Y del podré, porque cada nuevo día es un sinfín de posibilidades, rondar las calles sin un rumbo fijo, sin un tren que coger. Sin nada que nos ate, que nos impida querer volar cuando el clima ha cambiado, cuando todo está ya desolado. Un tren, o dos, o tres... siempre llegan más, y siempre puedes cambiar de estación, de puntos de vista y de vida, volver a empezar una y otra vez hasta que el cuerpo aguante... o el alma se gaste.