lunes, 10 de junio de 2019
Hoy en día, y desde hace mucho tiempo, ha arraigado en nuestras mentes la idea de que somos especiales, de que hemos venido al mundo con un propósito que nos hará grandes, diferentes al resto, una razón por la que vivir y seguir adelante en los momentos duros. El gran engaño, justo delante de nuestras narices, sin ser capaces de verlo por lo evidente que resulta. ¿Cómo es posible que no nos demos cuenta? La respuesta es devastadora: no queremos darnos cuenta. Intentamos por todos los medios evadir la realidad, la cruda realidad, para vivir cómodamente con nuestra magnífico sentido de la vida. Hasta que un día todo cambia, la realidad nos da un choque en lo más hondo de nuestro ser, y de repente todo por lo que habíamos trabajado a lo largo de nuestra vida, todo por lo que nos habíamos esforzado, por lo que habíamos sentido acaba reducido a la nada. De repente, perdemos el rumbo. Ya no está ese camino que veíamos tan claro, todo se vuelve grisáceo, lúgubre, porque una vez que nos damos cuenta de que todo era una mentira impuesta por la sociedad o por nosotros mismos, nos quedamos vacíos, vacíos de sentimientos, de esperanzas, de sueños... ya nada importa. Simplemente nos encontramos frente al espejo preguntándonos cómo ha pasado todo esto, deseando que el mundo deje de girar por un momento para que podamos recobrar el aliento, porque se plasma ante nosotros una verdad que duele más que una bala en el pecho, que realmente, y por primera vez en nuestra vida, no sabemos quiénes somos, ni qué queremos, ni a dónde iremos. Es un sentimiento tan devastador el sentirse perdido, una grano de arena en este universo tan inmenso. De repente nos sentimos tan pequeños, tan vulnerables. ¿Qué puedo conseguir yo en este mundo? Nada de lo que haga importa, todo lo que pueda conseguir a lo largo de mi vida quedará en el olvido, solo soy un segundo de esta infinita película llamada vida. Y, sin embargo, un día todo cambia de nuevo. Una llama que creías apagada crece en ti. Te sientes vivo otra vez, todo recobra sentido, y tu vida vuelve a ser la misma, pero tu no. Porque volver a enfrentarnos a la vida sabiendo que no eres tan especial como creías requiere un valor gigantesco. Un proceso que a unos les cuesta más que a otros, y que algunos ni siquiera llegan a superar, la madurez.